… de una partida de
ajedrez por correo…
Entretejer un suspiro
disecado en caballerías de lo abstracto,
el té en la
ebullición de signos de mosca…
cristaliza el vacío
de sus manos, en la sala de libélulas.
Una jugada con una
simbología incontenible, de alto voltaje,
con un nudo de lagunas de carretera…
de recuerdos de
doradas olas, antes de las aves pescadoras…
los telares
impecables para las heridas…
colorearan las ventanas los besos
y los racimos de
recompensas…
crisálidas de antojos
tras las mirillas…
estaban de carnavales
los tronos de montaña y,
en alas de las miniaturas,
zumbabas gordo,
la noche coreada de lumbres y aullidos locos…
Algunas jugadas
nubladas por tapices de otoño;
las tortugas con
violín
y algunos peinados
descabellados…
por bosques de luces,
los caballos del temperamento…
por la víscera, la
catedral floral en negrita…
otra apertura de las
pajareras en azoteas amargas…
los observatorios de
la ciudad y los tintes de las atmósferas.
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