miércoles, 26 de julio de 2017

Los intervalos de una partida de ajedrez.

Ajardinamos un ajedrez con las teclas de un piano…
confidencias de compositores en sus redes blancas,
y un tiempo de escurridizos manjares,
con un filo de duendes los peces…

las cordilleras que se agrupan para nuestras partidas;
perdí la cuenta de tigres de estantería,
en las variantes de trucha y ducha,
y nos anima el pecho de los jilgueros,
 las tejedoras republicanas con su sonrisa
y las marionetas de nuestros sueños…

las ventanas de los libros
 se abren a burbujeantes calles donde nuestras fantasías besan su mano…
arrimadas lumbres de un mañana de posturas del arte:
 con su sed de colores los portales
 las luminosas llaves del amor
y los exquisitos aromas del agradecimiento…
 las chicas cuyas mejillas sonrosan el aire…
mientras rastrean nuestros gestos por la ciudad;
 que nunca olvidan regresar de sus juegos entre las gaviotas,
de los rompeolas de las tintas verdes…


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