Déjanos dar otra
vuelta a la llave para ser malditos…
que sonrían los
leones negros la vacuidad de su fuente…
que mastiquen lo que
nos queda novecientos dientes…
que sea para ella,
cada gesto del hombre;
que sean mucho más
que las aureolas de ilusiones
que ponemos en su imagen…
que jueguen a su color los naipes salvajes…
que arrope sus recuerdos
con toda la floresta
del corazón de cristal,
donde ha jugado sus
noches de lobos la luna.
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