El amor le pone los
naranjos
a nuestros reflejos;
a los afluentes del
vino,
mi dama,
que con suspiros de
rosas,
ha bordado mi tierra…
el siempre vivo tronar del pulso;
nuestra casa que vuela
sobre esos
campos sembrados
con nuestros colores …
no saben,
estrellas que la sueñan,
de nuestros estómagos
de ausencias.
Era su nombre el árbol de luces,
la divina ilusión
de frutos bravos.
Brazos en cruz,
de su rostro
hasta donde llegue mi
barca;
de su cuerpo de
silencios
que encienden mi alma…
cuando otro poema se
apaga,
coronas de jilgueros
a su oración morena;
traeréis vuestro
corazón
de espejos de los
mares olvidados.
Tiritan nuestros
escaques de noche;
las pulpas de la
música en la clara verbena;
románticos que
bebemos de la bahía reflejada en la luna.
Ciudad de castañuelas
enamoradas…
traerte mi corazón en racimos verdes
y esos planetas
que orbitaron sobre el acertijo de la serpiente.
( poema dedicado a Lidia.)
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