miércoles, 24 de mayo de 2017

La compañía de Lidia en la biblioteca.

El amor le pone los naranjos
a nuestros reflejos;
a los afluentes del vino,
mi dama,
que con suspiros de rosas,
ha bordado mi tierra…

 el siempre vivo tronar del pulso;
nuestra casa que vuela
sobre  esos  campos  sembrados
 con nuestros colores …
 no saben,
 estrellas que la sueñan,
de nuestros estómagos de ausencias.

 Era su nombre el árbol de luces,
la divina ilusión
de frutos bravos.
Brazos en cruz,
 de su rostro
hasta donde llegue mi barca;
de su cuerpo de silencios
 que encienden mi alma…
cuando otro poema se apaga,
coronas de jilgueros
a su oración morena;
traeréis vuestro corazón
de espejos de los mares olvidados.

Tiritan nuestros escaques de noche;
las pulpas de la música en la clara verbena;
románticos que bebemos de la bahía reflejada en la luna.
Ciudad de castañuelas enamoradas…
 traerte mi corazón en racimos verdes
y  esos planetas
que  orbitaron sobre el acertijo de la serpiente.


( poema dedicado a Lidia.)

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