Mi oración,
cuna de astronomías invisibles…
la bondad de
ilusiones humeantes en el café…
conociéndoles,
conociendo las alegrías de mi mundo…
algunas gotas
perfumadas,
diluidas en los océanos…
tras su rostro, los
puertos;
tras sus manos, los puentes…
lo que tararean las
chicas en los autobuses,
y las guitarras de los sembradores…
los más golosos rebaños de las noches…
los más tibios
inviernos,
en un tacto de
hogueras, para mendigos…
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