…. Andarines por las
tertulias y las antesalas de las mariposas…
y otra proyección de
exagerados rocíos.
Escaques de anises…
tras aquellos ojos,
que dispararon sueños como balas…
y heridas las sombras de los olivares;
por las consultas del loco doctor de los
colores.
Siete nortes,
nos traen los
quejidos de los campanarios…
el tiritar de los brillos de sus zapatos,
entre nuestro comodín
de los bullicios.
Esas muchachas que contienen en sus manos, la
musicalidad de la simiente…
decidles de aquellos que regresaron, entre
multitudes, como mosaicos;
de aquellos que se dejaron devorar por los
jardines...
recitémosles el
romancero gitano,
y la perfumada
rotundidad del arado…
que aclaren los
rincones,
esos peces que se
agrupan,
por torrentes de sus
verbos...
que se enlace con los bosques,
toda la dulce
devoción de lo minúsculo…
cada recurso de
brasas mágicas,
esas salivas que
endulzaron sus castillos de sal.
Compañerismos de los
paisajes de hogueras.
Juegan los poetas con
las coronas de humo…
nuestro ferrocarril
huido sin fin,
por las auras de las
auroras;
por esos horizontes
sin rugido.
Aún se escucha el
corazón por los garabatos de grillos…
dejad que se instalen en sus sueños, como
cerezos…
que enraícen nuestras
humeantes mesas,
en su club de estrellas café.
Las bienvenidas de las calles en claridades de
luna.
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