Cimientos de lo
inabarcable,
ansiedad de un bocado
de conjuntos;
mil espadas blandas que inventaron otra ola
por un mar dorado de nuestros recuerdos…
cuajando de pétalos la bahía,
ensartando los
poemas…
nuestros mecidos
barcos,
que suspiran otra
prisa del café;
con todos los espejos
de colores que nos sugestionan,
que componen nuestras habitaciones.
Hasta donde las
grullas que filtraron vuestras sombras,
los cisnes más íntimos...
con otra hoguera en
la corona y las sinfonías de paisajes frutales;
las aureolas de la fauna y la diluida piel de
noche...
salir de su mano,
para encontrarnos con los dientes
por la otra puerta del abecedario;
totalmente ambientados con nuestros malabares bailables.
Con los sentimientos
pintados
por esa luna que coquetea con el mundo.
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