lunes, 17 de octubre de 2016

Lagrimitas de verbena.

Con su casita en la baraja,
 los montes en el oído
 y sus juegos de  llaves del camino.
 Los óleos con colores del recuerdo
y  algunas perfumadas lagrimitas de verbena en su pañuelo blanco.
Mujer de paisajes que vibran en su cuerpo de guitarra;
su vientre en una balada de arados de viento.
 En sus ojos,
 donde se filtra el frío de los puertos por los portales del brillo;
 un bullicio de las primaveras por horizontes desenfadados.

El azul expansivo por la agilidad de los rincones de noche;
 los tactos sedosos de finos negros…
con nuestros poemas disipados por el tráfico
 y una suma de intérpretes despeinados.
 Por nuestros malabares con las burbujas
 y entre  multitudes,
atravesadas de plazas,
sus caballitos desorbitados de las estrellas…
 el humo del tabaco en sus dibujos de los leopardos.

El resguardo de una función herida por los tejados de lo subjetivo. 

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