Lo que las gaviotas que se llevaron de un querer
en una larguísima
noche de ajedrez-orquesta…
por los desagües ,
los rastros de
algunos arcoíris de neón…
farolas a la deriva
del vicio…
nuestra canción más lenta
que pude guardar bajo
el sombrero.
La luna que nos escribe con su pintalabios
rojo;
las serpientes juegan
con los abalorios
y nos conversan esas heridas
que no se distinguen
de las heridas del tiempo.
Caudal sobre techo,
las guitarras;
los callejones que
impone la sangre…
las orquídeas que crecen por nuestras
carteras;
el café que filtramos
por nuestro papel escrito.
Raíz de los ojos,
badajo de lumbre;
por el calor torrenciales, empedernidos…
horizontes que batallan por sus babas de
colores,
caballeros en jaque de una dama
y lo que aprendieron
las altas torres
para sacrificarse por ella.
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