Tras esas reuniones de lágrimas con el rocío;
tras cada exorcismo de guitarras de luna.
Nuestros abrigos coloreados de ambientes,
los repertorios de citas aladas.
Los néctares liados por la digestión de los caminos,
tximeleta.
Tras todas las partidas perdidas en nuestras habitaciones
del comic,
los sombreados de
cafeterías,
entre farolillos, alegremente…
entre alientos del bosque donde reverdecen hombres.
Las conversaciones de poetas en las plazas medicinales.
La inercia de las palabras ,
con guindas amables,
sobre las espirales que decoran las terrazas.
los arlequines por
nuestras parcelas de nata.
Con otro trote,
Rocinante,
sobre los teclados de los aromas ebrios…
por los tenderetes de atmósferas;
una precipitación de trópicos ilimitados.
Su teoría de los cuencos en el brillo de acordes.
De todos los charquitos que reflejan recuerdos,
sensaciones de cada
difuminado en las calles
que recorrieron la
inspiración de noches compañeras.
Poema dedicado a Javier Monguilot.
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